Los antibióticos sí tienen su lugar en la granja: en el tratamiento de los animales enfermos. Cuando los medicamentos se usan en dosis terapéuticas, es menos probable que produzcan resistencia a los antibióticos. El problema es cuando al ganado o a las aves se les dan dosis bajas de antibióticos en forma habitual. “La combinación entre el uso frecuente de antibióticos y las condiciones en que se crían los animales produce un ambiente favorable para el desarrollo y la proliferación de las superbacterias”, explica Rangan. Los medicamentos pueden matar a las bacterias más débiles en el tracto digestivo de los animales, dejando un puñado de sobrevivientes fuertes que se reproducen. Esas bacterias, lo mismo que ciertos residuos de los antibióticos, son eliminados en el excremento, que es el medio perfecto para la proliferación de bacterias resistentes a los antibióticos. Con el tiempo, terminan por formarse colonias de superbacterias casi indestructibles. “En las granjas industriales, los animales viven literalmente en medio de su propio excremento”, dice Rangan. De modo que las bacterias están en el cuero o a la piel de los animales, y cuando son sacrificados pueden contaminar la carne que comemos. Y las bacterias, como sigue diciendo Rangan, continúan reproduciéndose y diseminando la resistencia a otras bacterias en el excremento de los animales, y pueden llegar a nuestro medio ambiente si los deshechos no se manejan correctamente.

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El problema no radica solo con las bacterias que causan enfermedades transmitidas por los alimentos. Una vez que las bacterias resistentes se encuentran en el medio ambiente, pueden mezclarse con otras bacterias e intercambiar material genético, lo que podría contribuir a sumar aún más infecciones resistentes a los antibióticos en los hospitales y en las comunidades.

Lo que más preocupa a los expertos es el uso de antibióticos que suelen administrarse a pacientes humanos o que son similares. Por ejemplo, las tetraciclinas se emplean en seres humanos, pero algunos tipos son para uso principalmente veterinario. Si las bacterias desarrollan resistencia a los medicamentos veterinarios, también pueden volverse resistentes a las tetraciclinas que se emplean en seres humanos. Y así, cuando aparecen las infecciones resistentes, los médicos cuentan con opciones limitadas para tratarlas. Por ejemplo, la cepa de salmonella que enfermó a Ken Koehler era resistente a 9 de los 15 antibióticos que probaron los CDC para combatirla mientras investigaban el brote de esa bacteria.

También de preocupación son los antibióticos de uso exclusivamente veterinario. Un grupo de antibióticos llamados ionóforos, que se les administran a los animales, no suelen tener relevancia en el tratamiento de pacientes humanos. Sin embargo, existe la posibilidad de que su uso a largo plazo pueda volver problemáticos los medicamentos para humanos. Y su uso en animales permite seguir criando ganado y aves en condiciones de hacinamiento, donde las bacterias se reproducen con facilidad.